El Corazón Inmaculado de María es verdadero lugar de la voluntad de Dios y comienzo del auténtico paraíso, donde no hay engaño, como en cambio sí engañó la serpiente el antiguo paraíso terrenal. A esa ruta nos invita San Pablo cuando nos recuerda que los dones de Dios son irrevocables; y cuando el Salmo nos recuerda que Dios no rechaza a su pueblo; y cuando Cristo nos advierte sobre la humildad que hemos de cultivar a imagen de María.